La Happycracia u obligación a ser felices todo el tiempo es una parte muy arraigada de nuestra cultura actual. La Happycracia se basa en la negación de nuestras emociones. Las anula completamente, clasificándolas en dos grupos: emociones negativas y positivas. Al mismo tiempo que crea en las personas una sensación constante de vergüenza y culpa por no lograr ser feliz 24/7.
Las redes sociales son herramientas que han exponenciado la problemática al promover una cultura basada en momentos alegres, artificiales, maquillados, poco reales. Momentos que captan únicamente una fracción de nuestra vida. Momentos de este tipo se vuelven virales, mientras que los momentos reales se vuelven poco relevantes. Esto, lejos de ayudarnos a conectar con el otro, nos aisla cada vez más. Nos hace mirar hacia nosotros mismos. Nos hace ser seres individualistas, poco preocupados por el otro.
Así como hace unos años luchamos por defender la belleza real, ahora nuestra lucha debería ser normalizar el resto de las emociones para lograr una salud mental plena. La ira, la soledad, la tristeza, la ansiedad. Todas son igual de válidas, y tienen un mensaje importante que darnos. Aceptar todas nuestras emociones nos vuelve más humanos, más empáticos, íntegros, conectados con el otro y conscientes de nuestro entorno. Empecemos por no clasificar las emociones en positivas o negativas. Quitemos las etiquetas. Todas son igual de válidas. Aceptemos esa diversidad de emociones que experimentamos en nuestro día a día. Y enseñemos a los niños a identificarlas y validarlas.
No sigamos promoviendo una cultura artificial que busca solo momentos alegres, anulando nuestra esencia como personas. Está bien no estar alegre todo el tiempo. Está bien sentir tristeza, enojo, cansancio, hastío, de lo contrario es vivir una mentira.
Como mamás, sabemos que no podemos estar alegres todo el tiempo. Y tampoco es sano mostrarnos así al mundo, especialmente con nuestro hijos. Es importante mostrarnos vulnerables, no perfectas. Que aprendan nuestros hijos que mamá puede estar cansada, enfadada, triste, desgastada. Eso nos muestra más humanos. Y ellos se vuelven más empáticos hacia las emociones del otro.
Estamos en esta vida para ser felices, lo que no es lo mismo a estar alegres todo el tiempo. Sino a vivir nuestra vida con todo el abanico de emociones y sentimientos al máximo, vivir plenamente cada momento, cada situación. Abrazar ese abanico de emociones, respetarlas y aceptarlas como algo valioso que nos hace únicos y que es lo que realmente nos conecta con el otro. La felicidad no es un acto o un estilo de vida individualista. No tiene sentido si no es en comunidad, si no es a través del otro. La felicidad se construye colectivamente, en comunidad.
Seamos conscientes de todas nuestras emociones, aceptémoslas, escuchémoslas y aprendamos de ellas.
En My Happy Me creemos en la importancia de saber identificar nuestras emociones, aceptarlas, validarlas y respetarlas. Esperamos que nuestras herramientas te ayuden al entendimiento de tus emociones y de la de tus seres queridos.